A pesar del apellido italiano, Manuel Bianquetti es un inspector de policía residente en Cádiz, que ha sido suspendido de empleo y sueldo y se ha metido a investigador privado, con escaso éxito, de momento.
Bianquetti es un detective al estilo de los clásicos como Sam Spade o Philippe Marlowe, leerle es una vuelta a la novela negra del S.XX, si no fuera porque usan móviles. Para llamar, eso sí, porque es difícil imaginar a Bianchetti posteando en Facebook o subiendo fotos a Instagram. Bianchetti supura testosterona.
«Escúchame Gregory: como me toques los cojones, te suelto una hostia de las de antes. De las que ya no se dan. ¿Está claro?»
La tragedia del girasol es la segunda novela de la saga iniciada por su autor, Benito Olmo, en el 2016 con La maniobra de la Tortuga. Tiene ritmo, acción y no se para en descripciones innecesarias. Un ambiente soez y violento en el grado justo para darle a las escenas el clima oscuro de los bajos fondos que acoge la trama, en la que encontramos prostitución, tráfico de drogas, mercenarios, asesinos y psicópatas metidos a guardaespaldas.
«Antes de que pudiera verbalizar lo que estaba pensando, la mujer se desabrochó la gabardina y dejó sus pechos a la vista. Un busto desproporcionado, generoso en exceso, coronado por dos pezones gruesos y oscuros como trufas.»
Bianquetti conduce un Opel Kadett y, en un momento de la novela, tiene un encontronazo con unos matones que conducen un Calibra. El retroceso a los años 80 es inevitable para el lector.
En La tragedia del girasol a Bianquetti le encargan proteger a un rico empresario hecho a sí mismo. Después de aceptar el trabajo a regañadientes, asesinan al hombre que protege a las pocas horas de estrenarse como guardaespaldas.
A partir de ahí, se verá cada vez más envuelto en una espiral de violencia donde los puñetazos, los tiros y los cadáveres pueblan las páginas como si fueran de margaritas en primavera.
«Encontró un paso que parecía limpio y lo olisqueó en busca de algún olor extraño antes de llenarlo de agua y beber para hacer descender la medicina»
Este policía, grande e irreverente hasta la grosería, que guarda en su interior unos principios mucho más ingenuos y honestos dará el salto a la gran pantalla, para deleite de los amantes de los policías rudos y violentos haciendo honor estilo de los clásicos del género.
«Como un girasol, condenado hasta el final de sus días a seguir el movimiento del sol que le da la vida; el mismo que al cabo de unas semanas se la quitará, achicharrándolo»