Grafton no solo canalizó las profundas emociones negativas que su divorcio le generó escribiendo una excelente novela, si no que creó, sin pretenderlo, la primera detective femenina que rompía los estereotipos de la mujer utilizados una y otra vez hasta esa fecha.  

Kinsey Mihone fue una revolución en el género: La primera mujer, más allá de la señorita Marple de Agatha Christie, que asume el protagonismo y la carga dura del género negro, «detectivesco» como Grafton prefería llamarlo. Kinsey no es la novia del detective, no es la víctima, no es la ayudante, es ella la que se enfrenta a los malos y resuelve los casos más complicados.

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