J.K Rowling entra en la novela negra con un personaje femenino vintage.

J.K. Rowling se separa del femicrime: La novela negra ha tardado muchos años en contar con mujeres detectives que estuvieran a la altura de los hombres. Hasta entonces las mujeres del género negro estaban relegadas a los papeles más sórdidos: el de víctima desvalida, prostituta, instigadora del crimen o el ligue de turno del detective solitario con alergia al compromiso.

La primera que se atrevió a que las mujeres resolvieran los casos con la misma inteligencia y resultados que los hombres fue la gran maestra,  Agatha Christie, con Miss Marple, que si bien era una detective poco convencional, tampoco es que Poirot lo fuera mucho. Siguió con Tuppence y su marido, Tommy, que resolvían misterios en una colaboración de tú a tú.

Poco a poco, las mujeres detectives se hicieron un lugar de honor en el género negro: Kinsey Milhone, Petra Delicado, Mariana de Marco, Amaia Salazar. Robin, la detective de J.K Rowling vuelve a un papel protagonista pero un paso por detrás que el protagonista masculino, asumiendo un rol que bien podía cuadra en el de secretaria de Sam Spade o cualquier otro de los primeros detectives del género.