Separadas en el espacio y en el tiempo, de Inglaterra a Suecia y de principios del siglo XX a los primeros años del XXI, Lisbeth Salander es la heredera con honores del camino iniciado por Miss Marple en el género negro. 

Ha pasado un siglo entre la anciana creada por Agatha Christie, Miss Marple, que cumplía las normas sociales con devoción mientras se negaba a ocupar su papel de secundaria en el género negro. Protagonista y detective, lo hacía, eso así, sin atacar más de lo debido los cánones de la época: Aficionada a la jardinería, a tomar el té, a la tradición inglesa, y permitiendo gustosa que los inspectores de Scotland Yard llenaran las portadas de los periódicos con los éxitos en la lucha contra el crimen, aunque estos no hubieran sido posibles sin ella.

Si Miss Marple tuviera una biznieta, esa podría ser Lisbeth Salander, que harta de protegerse y ocultarse tras las normas sociales, las ignora. Comparten inteligencia, talento y ese plus de estar por encima de su época. Lisbeth Salander hackea los servidores ajenos con la misma facilidad que Miss Marple hackeaba la mente humana. 

Si Miss Marple no se conformó con el papel reservado a las mujeres en la novela de intriga y se convirtió en la primera mujer de la literatura que resolvía crímenes que ningún hombre podía  resolver, Lisbeth Salander no se conforma con el papel de detective progresista y feminista que hoy manda en el género, sino que se convierte en la pesadilla de asesinos y maltratadores. Puede llegar al sadismo como cuando se venga de su segundo tutor después de que este la violara cruelmente y lo hace sodomizándole con el mismo consolador con el que la forzó a ella para terminar tatuándole en el vientre la frase “soy un cabrón violador”.

Ambas de corazón amable y leal, y con la justicia como bandera, Miss Marple se sentiría muy orgullosa de ver a Lisbeth Salander rompiendo moldes como ella los rompió en su época.

Si quieres saber más sobre ambas, te dejo mi artículo de Actualidad Literatura:

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